Si bien conoce de sobra mi adhesión absoluta y total al cerdo como alimento y animal mejor amigo del hombre; el hecho de que se me vuele la peluca por ese "hueso lleno de grasa, tendones y músculos a vista durísimos" no termina de entenderlo. Hasta que llegamos a Viena -y después Berlín-, lo probó apenitas y ahí sí empezó a ver el asunto con más claridad...
Mi golositud por los codillos empezó allá por febrero del 2002, en Madrid y junto a mi amigo Pepe.
En aquella "loca" semana madrileña, solíamos atacar, en el Museo del Jamón, el almuerzo "ejecutivo" de la época, que por dos mangos te servía un primero de paella y un segundo de codillo horneado con fritas. Y cerveza, claro. Y a caminar la ciudad -que no se podía volver al depto antes de bien caída la noche...-.
Ahora y ya en Viena, descubrí que el codillo horneado se vende "al paso", para lastrar de caminata o en casa. Muy bueno... Ya les contaré.
Y en Berlín, que es comida habitual en cualquier lado, lo disfruté en un resturante en plena Av. Unter den Liden, a escasos metros de la monumental Puerta de Brandeburgo, donde me clavé uno de los codillos más "totales" que haya probado a la fecha.
De arranque y obviamente, una salchifrida currywurst para compartir, y luego, Anita y unas preciosas y básicas hamburguesas del país...
Nótese que las papitas que acompañan las hamburguesas están sabiamente saltadas con unas cebolletas de verdeo, algún pimientito y la consabida y siempre bien ponderada panceta. Y unas chauchitas, como se ve.
Nótese que las papitas que acompañan las hamburguesas están sabiamente saltadas con unas cebolletas de verdeo, algún pimientito y la consabida y siempre bien ponderada panceta. Y unas chauchitas, como se ve.
Y para mí, un codillo "de la casa".
Se puede apreciar aquí la "fortaleza" del noble marrano -véase la contundencia de su codo trasero-, que llegó acompañado con un purecito de alberjas, un chucrut de la primera A y unas papitas al tono...
Y claro, este noble y rotundo codo -hervido durante siglos, supongo yo por su ternura- lo tuve que bajar con 2 medio litros de una teutona cerveza que, como corresponde, no sólo me alivió la ingesta, sino que además me dio la ensoñación necesaria para pasar una tarde "soñada" (duplico).
En fin, que habrá más codillo en la próxima edición!