Comiendo como chetos en Lisboa/ 2

La pequeña guía impresa de turismo en Lisboa lo recomendaba como un lugar “para no perderse”. Una vieja construcción de piedra, “depósito de aguas libres”, al pie de una de las muchas colinas lisboetas; el lugar es hoy una enoteca y restaurante que, vaya dios a saber por qué, resultó estar a apenas 30 mts. del depto que alquilamos…
Salí a la puerta y no podía creer que tenía tan cerquita uno de los lugares donde quería “emborracharme y comer hasta morir”.
Para ordenar la charla, habría que dividir el temario en dos: el lugar, y la comida y la bebida. Ya hablamos antes de la comida y la bebida (http://vacunoporcoychicken.blogspot.com/search?q=chafariz)
Ahorita mismo, hay que hablar de El Lugar.

El edificio es una enorme construcción cúbica de piedra al pie de una colina de la cual se puede bajar por escaleras, y que en el frente conserva todavía los viejos piletones en los cuales se podía beber y cargar el agua.
Adentro, un gran depósito que ha sido divido por entrepisos, los cuales funcionan como “salones” en donde están las mesas para los comensales.
Por la entrada, a la derecha del gran salón, la recepción y atrás, abierta, la cocina. Luego, el salón y sus imponentes pisos. Mirar arriba y ver mesas entre escaleras y pasillos de entrepiso...

Seguir escalones abajo y encontrarse con un subsuelo íntimo, con los tramos finales de los conductos que traen el agua desde lo alto de la colina a través de el acueducto interno... Un lugar increíble para comer y beber.

Saliendo, en el frente, los piletones comparten el paso a los baños, a la izquierda del gran salón. 
Porque, sí, para ir a los baños hay que salir del edificio. 

Comimos (y tomamos) con Alfredo y Ana en el piso central, en una cómoda mesa con vista directa a una puerta que, según mi débil orientación, deduje debía dar "a la colina". 

¿Dónde dará esa puerta? - me pregunté para mí...
Encaré al mozo y le dije si podía ver que había detrás de la puerta. Sonrió, nos dijo que lo siguiéramos, la abrió y nos encontramos con una larga escalera esculpida en la montaña, que subía más allá de lo que se podía ver...

Luego de subir el primer tramo, un largo descanso que se pierde en las entrañas de la colina y que a su izquierda atesora, casi como de casualidad, miles de euros en botellas de vino gozando de un cómodo y fresco añejamiento (¿existe la palabra añejamiento?).

En fin, no hay palabras para contar la experiencia de cenar en este lugar. Tanto la comida, como la bebida y principalmente el lugar y su inusual arquitectura hacen, del Chafariz, un destino ineludible en Lisboa. Como hubiera dicho el maestro: "buen material!". 
(Sí, Anita y su amigo Alfredo están medio mamados. Yo no, y la prueba es que la foto no está movida...)

1 comentario:

Marcelo dijo...

Qué lugar impresionante!!!