Carta abierta al poeta Damiano Damiani

Querido y admirado Damiano:
¿Qué le pasa, faro total de las letras de la costa?
¿Cómo es que, siendo como es Ud. un natural del ejido de las jubiladas playas de La Lucila del Mar; Ud, que ha escrito los mejores versos sobre “almendras amargas” y ha bautizado –mejor que nadie- a estos parajes como “bosques de mar”, se confiesa hoy impotente para envainar la que Ud mismo llama una “veta envidiosa” que, asegura, se le sale de la vainilla…?

Amigo Damiani, sabe Ud. mejor que nadie que la vida por acá es dura y sacrificada. Que acá en el bosque no tenemos tele, ni internet, ni nada. Sólo una mísera radio AM… Tampoco tenemos agua corriente, ni cloacas, ni gas. Apenas unas garrafas que, de social, nada. Y una bomba que transpira la gota gorda para llevar hasta la superficie un poco de agua cuasi potable para poder cocinar unos sencillos fideos… (de ahí que sólo tomemos champagne, y nos bañemos sólo en el mar, que en nuestro caso, sabe Ud., es bien pero bien austral, ¿no?).
De modo que, poeta Damiano… ¿Qué son esos repentinos ataques de envidia?

Amigo, no envidie mi suerte. Sepa que acá la vida es dura.

(Contundente prueba de la nula potabilidad del agua de pozo: sólo tomando champagne se puede vivir aquí)

Aquí, se levanta uno tipo 9, se clava unos mates amargos mientras escucha atentamente a Víctor Hugo, para más tarde caminar unas… ¿6? cuadritas al rayo implacable del sol y así poder comprar el Tiempo Argento o el Página. Los domingos, cuando llega, claro, el Miradas al Sur
Luego, unas horitas de playa. El mar siempre está lindo a la mañana y casi nunca hay viento...
Luego, tipo 13, volver y clavarse alguna costillita kassler, o alguna butifarra catalana que haya en la heladera. O una ensaladita rápida de “conservas” varias: palmitos, atún, algún tomate, choclos, porotos, morrones, corazones de alcachofas, champignones… lo que haya en lata en la alacena…, más oliva, sal rosa del Himalaya, aceto ahumado y pimienta negra molida (con un Peugeot, of course!). Y a dormir la siesta bajo la húmeda sombra de una acacia en medio del bosque y a cargar pilas para la tarde.

Tipo 4, moto y a la playa otra vez, leyendo algún librito (acabo de terminar Suites Imperiales de Ellis el Grande), con obligatoria sillita… (de mañana, se lee el diario de dorapa en la orilla con los pies dentro del agua!).
Después tipo 6 o 7, volver y tomarse un café con leche y tostadas en el bar y panadería Valle. Pasar por el centro a ver los amigos, agarrar la moto, volver a casa y pacientemente juntar unas ramas para hacer algo a la parrilla, bien ahumadito con pino, y tomarse tranqui un champucito con Dave Matthews o Willie Crook al mango para luego, depende, o irse a dormir choborra o volverse al centro a terminar de dorarse por dentro con los amigos y charlar hasta “altas horas de la noche” y… Así otra vez al día siguiente…
¿Se puede envidiar una vida tan dura y oscuramente rutinaria?

(Mi extrema delgadez es prueba suficiente de una pobre alimentación en base a conservas varias, alguna verdurita cada tanto, y casi siempre por las noches, una proteína chancheril ahumada con pino en la parrilla, obligatoriamente regadísima con un champucito del país...)

Uno está solo aquí... La patrona se gana la vida en Baires y recién llega el viernes por la noche.
Y ahí sí la vida se pone linda. El rancho, que siempre es oscuro y sombrío por el teñido del machimbre y la escasa potencia de “las bajo consumo”, se llena de luz y color. Y de alegría... Y de sexo.

(Anita en el "rancho de mar". Gracias amor por traer la luz!)

Llega Ana y la estoy esperando con algo en la parrilla y algún champucito “de los buenos”: un Cruzat, un Soigne, un Ventania, o un María de Codorno (rosados siempre!). 
Y el sábado ella cocina su especialidad: arroz con pollo y azafrán español del posta (gracias Daniela!!!). 
Y ya el domingo por la tardecita vuelve lentamente otra vez la desazón, porque el lunes bien temprano se va para Baires y yo me vuelvo a quedar solo y empieza nuevamente la estresante rutina diaria y… se sufre amigo, puede Ud. imaginarse cuánto.

(Anita haciendo la segunda mejor cosa de las muchas que sabe hacer: arroz con pollo con azafrán del posta que nos manda especialmente nuestra hermana Daniela desde Sitges.)

(En la sencillez del rancho -standart controlado bajo las estrictas normas de Ema Wolf- los aromas a azafrán invaden el ambiente. 
Y el Soigné rosado acompaña como nadie. 
Es, oficialmente, sábado a la noche en el "bosque de mar").


¿Le parece que es una vida para envidiar?
No, amigo, esto es muuuyyy duro… máxime, cuando hay que bancar 60 días por año así. Sufriendo acá en el bosque… Sin tele. Sin cable. Sin internet. Sin agua, ni cloacas, ni gas ni ninguna de las maravillas que el confort de hoy nos ofrece Buenos Aires, o hasta La Lucila misma...

No me envidie Damiani. Ni siquiera me respete. Apenas, si puede, entiéndame.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Tus letras me dan ganas de abrir una de cava ahora mismito. Brindo por vosotros desde Madrid.
¡QUÉ BELLO ES VIVIR DE PUTA MADRE!

Alfred

bonito lunch dijo...

Necesito azafran de ese!

javierito dijo...

Bonito: el azafrán yo se lo paso, pero... más adelante. Démosle una oportunidad al Ozono.

Anónimo dijo...

ESte extenso texto solo viene a confirmar determinada veta sadica que nos muestra el editor argentino, no satisfecho con clavar la botella cortante, sino deleitandose en un movimiento circular que ha dejado sin contenido mi cuerpo exanime.
Desde luego esto puede destara cosas que ni el mismisimo, Eternauta, amigo y patrocinador de la casa, ha visto con sus tristes ojos.
Quiero decirte que tu extensa alocucion dañina, evita durante todo su amplio recorrido hacer frente a las cuestiones pendientes, un ejemplar del noble porcino entregado a las fauces del ramaje ardiente, cual juan de arco recargado, para salvar de un verano sin cerdo braseado a una poblacion entristecida por su salvaje vida urbana, con un nivel de violencia in crescendo en estas ultims semanas.
Asi que mas alla de su sacrificio bimestral, solo le digo, hagase Cargo, CARAJO.

Tratando de recobrar la calma, saludos cordiales, y evite los incendios, apague bien el fuego.

Damiano Damiani, recomiendo para su lectura: Solar de Mc Ewan

javierito dijo...

Damiano;
Sabe Ud. mejor que nadie que en mi casa de la urbe ardiente no hay parrilla (sí en la suya, que además por ser muy completa arde de abajo por las brasas y de arriba por el sol abrasador!). Sabe además -y se ha deleitado alguna vez- que en mi humilde casa de la urbe ardiente han salido -like a trompis- pinchos, tapas y sushis varios... Pero nunca un porcino braseado.
Ahora bien, si Ud. se decidiera un día y, saliendo por la avenida que une el centro de la Lucila con la ruta 11, tomando dicha ruta a la izquierda por unos... apenas 77 km., llegará entonces al por Ud. ¿envidiado? bosque de mar y, una vez aquí, con gusto podrá pasarla mal también y compartiremos juntos lo duro y áspero de la vida en el bosque.
Y podremos entonces tirar algún pedazo de porcino en el ramaje ardiente haciéndole el honor a don Juan de Arco y tomar juntos, Ud. y yo, lo único que se puede beber por acá: algún champucito del país...
Damiano, ya sabe Ud. que es lo que tiene que hacer.
Deje de reclamar como una señorita y tome el toro por los cuernos (con levantar los brazos, ya estaría).
Un abrazo respetuoso y con la admiración de siempre,
Javierito, el linyera del mar.

abbott dijo...

Si esta es "la novela del verano", empiezo a comprender a los productores de los ciclos televisivos: hay que inventar algo porque no hay nada.

A./

Marcelo dijo...

Lindo rancho Doeyo, ideal para pasarla tan mal como se dice por ahí.

Anónimo dijo...

Recomendaría que Doeyo piense en inflingir similar castigo a sus peores clientes. Pasar una semana en ese infierno, tan o más terrible que el suplicio de Tántalo, pondría en vereda a sus más ineficientes representantes y conseguiría, estoy seguro, despertarlos en sus afanes de difusión fallidos. Se que el castigo es terrible pero no hay nada como enfrentarse al averno para encarrilarse. Está en Usted, Doeyo, tomar la dramática decisión y se que no es de los que les tiembla la mano cuando de tomar decisiones duras se trata.
Que Dios se apiade de las almas de los condenados.
BC

Javierito dijo...

Je... Je...
Conozco a varios libreros -por no decir que todos son iguales- que también, como aquí, confunden distraídamente el "vender mis libros y pagarme cuando se les canta el culo", con el dudoso e intangible concepto de la "difusión" y tal...
Sepa, amigo latinoamericano, que aquí en el bosque somos implacables: charlamos por izquierda pero pegamos por derecha. Dice bien Ud: no me temblará el pulso con estos libreros distraídos y haré "sonar el escarmiento".

Los traeré hasta el bosque a tomar agua y sólo agua del pozo. Nada de champenoise para ellos, malditos libreros!

Marcelo Pulido dijo...

¡Qué historia tan triste! Dura la vida del gaucho.
Fíjense sino en esa foto, lastimosa, ahí en el humilde rancho, si se le notan las costillas (de los cerdos que se morfó), si parece Robinson Crusoe, ahí aislado del mundo.
Mis condolencias.

Javierito dijo...

Sonar, no.
Tronar.
El General decía que iba a "tronar el escarmiento".