Nuestro
amigazo Alfredo vino a buscarnos a San Sebastián ese domingo porque al otro día
salíamos en su auto los tres para Vitoria, a conocer el lugar, ver su
exposición en el Artium, y además, ir hasta Arrazola.
Esa tarde subimos al Monte Igueldo, desde donde vimos la Bahía de la Concha como no se puede ver desde ningún otro lugar… Bajamos al Peine del Viento a oír el rugido del mar y a charlar en la penumbra del anochecer inminente y desde ahí, directo a la Parte Vieja a arrancar el poteo.
(Arriba: nosotros tres y la vista de la Bahía de la Concha desde el Monte Igueldo. Abajo: el fabuloso Peine del Viento, obras de Chillida sobre la arquitectura de Peña Ganchegui)
Pasamos por La
Cuchara de San Telmo pero ya cerraban y entonces nos fuimos al A Fuego Lento.
Ahí arrancamos con un cava Raventós y Blanc, una tortillita in-fal-ta-ble para
Anita y una Merendola de Foie para nosotros.
El pan que acompañaba el foie era una
maravilla, con trocitos de durazno incrustados, y el foie cubierto por una
sutil y mínima crosta dulce que lo potenciaba y equilibraba a la vez. Anita
siguió con una mini hamburguesa de Kobe, ese tipo de carne que viene del Japón,
donde –dicen- masajean a la vaca, le dan cerveza de tomar y trigo especial de
comer y tal… Según Ani, sabía a hamburguesa y punto. “Sin bobadas”, por favor…
(La mini hamburguesa de Anita... Por suerte, la completó con su infaltable tortilla!)
A punto de irnos, uno
de los que atendían nos escuchó hablar de nuestros planes para el día siguiente
y, reconociendo a Alfredo, le pidió que le firmara el menú… Lógico, el hombre
es toda una celebridad del mundo del arte en aquellos pagos y hasta sale en los
diarios y todo! (lástima que ya habíamos pagado, no?).
De ahí nos
fuimos directo al Bar Martínez.
El “Gigante” de Hondarribia nos lo había
recomendado así: “Si tuviera que elegir un solo pincho sería el del Bar
Martínez, en la calle 31 de agosto [Hoy!].
Si vas, grita bien alto, has
de pedirlo así: ¡quiero un pimiento en ensalada! Si lo coges de la barra, estás
perdido, forastero. Es muy sencillo,
un pimiento relleno frío, nunca he sabido muy bien como se apellida el relleno,
una especie de atún con salsa tártara, de sabor muy peculiar. Cada vez que lo
pides, aunque el sitio esté atiborrado de gente, los tipos te lo hacen al
momento. Tuestan una rebanada de pan, rellenan el pimiento delante de tus
morros y le tiran encima una vinagreta nueva, muy vigorosa y buenísima, con un
aceite de oliva casi medicinal.”
(Los famosos Pimientos. Lo mejor de lo mejor!)
También le
dimos a unas exquisitas rabas, unos pimientos –piparras- fritos con la rosa de
la sal por encima, más pimientos rellenos, cervezas varias (Anita se clavó más
de un autóctono txakolí, un vino blanco producido a partir de uvas verdes medio
ácido, medio dulzón…) y la otra especialidad de la casa: unos buñuelos de
corazones de alcauciles con jamón ibérico (tre-men-dos!) y para cerrar la
noche, Anita se hizo firmar un autógrafo del mandamás del lugar.
(Arriba: las exquisitas piparras fritas y "floralmente" saladas. Ababjo: los tremendos corazones de alcaucil con jamón... Totales!!!)
Ya lo saben, un día como hoy hay que
comer acá!