Hace rato que
estoy ausente por acá (¿Tres meses ya? ¡Cómo pasa el tiempo!).
Las razones:
primero, exceso de trabajo. Y luego, las fiestas y el arranque de mis merecidas
vacaciones.
Ahora, ya más
tranquilo y debidamente descansado, vuelvo a mi querido blog y les cuento que
allá por noviembre me escribió un amigo y seguidor de estas crónicas directamente
para preguntarme “¿por qué los post
de este año se llaman Gira Champusera
si sólo se muestran comidas? ¿Fuiste a comer o a chupar?”
Ni lo uno ni
lo otro, querido Pato.
Ambos.
(Reims, la capital administrativa de la provincia del Champagne. La entrada de Pommery y abajo, una de sus musas -arte champañero puro- y luego la entrada de la Mansión Demoiselle, otro de los champuses de la marca)
(En Reims, Vueve Clicquot Ponsardin es puro diseño y color. Y gran champú también!)
(Seguimos en Reims. Arriba, la casa Mumm -el preferido de Guillote- y abajo, Roederer, que quedaba cruzando la calle en donde nos hospedamos: un cómodo estudio con kichinet y muy lindo ñoba! Grande Anita!)
(Arriba, todavía en Reims, la entrada del antiguo Charles de Cazanove -muy rico-, más abajo, la entrada del excelente Taittinger y al lado, ya en Äy, en las afueras de Epernay, los clásicos depósitos del Ayala)
(Epernay. El corazón de la Champaña. Acá estamos en Mercier, que aunque en la Argentina sea una segunda y pedorra marca de Chandón, allá en la France, es un champú de la puta madre. Anita posa con el gigantesco barril con el que la marca participó de la Expo Universal de París de 1889 y que según dicen, fue la 2º más importante atracción. Estaba lleno con el contenido de 40 mil botellas y lo trasladaron desde Reims hasta París con tracción a sangre. El edificio que lo contiene fue construído especialmente para albergar este barril que se apoya en ejes y ruedas de ferrocarril. Muy grosso!)
(Todavía en Epernay. Arriba la imponente fachada de Moët & Chandon, la casa del Dom Pérignon sobre la Av. del Champagne, más abajo yo "muy tuerca" con el viejo móvil del exquisito y muy recomendado por el Jedi don Pedro Rosell, champú Perrier Jouet, y abajo Anita en la puerta de Laurent Perrier, suscribiendo la máxima del lugar que dice que "nunca tome agua en abundancia")
(Epernay. Arriba, la entrada de Bollinger, el champú que tomamos los agentes secretos. Ejem... Luego, Billecart-Salmon, una marca poco conocida cuyos champuses son extraordinarios. Muy. Y más abajo, el renombrado Deutz)
(Seguimos en Epernay. La antigua torre del Castellane -se puede subir al mirador!-, que además de ser un establecimiento clásico del lugar y de ser un muy buen champú, tiene un museo de publicidades antiguas, de máquinas de fabricación y embotellado, y un muy importante stock de antiguas máquinas de imprimir etiquetas, encorchadoras, bozales y etc.)
(Paul Etienne SG en plena Av. del Champagne en Epernay, uno de los productores independientes mejor posicionado, a su izq. Vicent D'astrée, de Pierry en las afueras de Epernay. Dicen tener la copa de champú más alta del universo (?) y abajo, la extraordinaria Michel Lenique, que desde mediados del 1700 está ahí, al pie de la ladera de Pierry, y cuya dueña, Corinne, nos paseo por la planta, las cavas, los viñedos -hasta vimos a su hijo etiquetando botellas- y nos dejó catar con la mejor onda del mundo. Una superfenómena Corinne!!!)
Y finalmente la última parada de una semana inolvidable: Troyes (pronunciese trguá). La cité más medieval de la France, capital mundial del "outlet", potencia agrícola y última región champañera de la provincia. Plena de productores independientes y de pequeñas villas ad hoc.
(Saliendo para el sur hacia Bar-sur-Seine pronto llegamos a la "rotonda más loca del mundo": un enorme corcho anuncia la entrada a Celles-sur- Ource, dónde probamos el artesanal y elegante Hugens Lassin)
(A la salida, arte champañero con una botella de miles de botellas y además, en frente al corcho gigante de Celles, la entrada a Polisot con sus correspondientes placa y sujetador gigantes. Parece joda, pero así es nomás...)
(Ya camino a Les Riceys -donde comimos lo mejor de la gira francesa en el hotel y restaurant Le Marius, y por apenas 13 euritos- lo más bizarro: un corcho "tamaño monoambiente"de paja)
De
más está decir que lugar dónde paramos, lugar donde nos tomamos algo... Pero,
allá el tema "horarios" es así: las champañeras atienden tipo
oficina: de 9 o 10 a 17 hs. A partir de ahí, y hasta el horario de las 20 para
ir a cenar, hay que frecuentar bares -para seguir catando- o directamente ir a
una vinería y comprar algo frío para tomarlo en el depto u hotel. Así, además
de catar en los lugares que visitamos, también le dimos al EXTRAORDINARIO
Nicolás Feuilliatte –tal vez uno de mis preferidos-, el Tornay, el rosado
majestuoso Maurice Vesselle, el EXQUISITO Ruinart –muy pero muy bueno!-, el
Herbert Beufort de Bouzy, el Pol Roger -que tomaba Churchill-, tres diferentes
Bergeré, y alguno más que ahora no me acuerdo...
De ahí que me
fuera de la Champaña en este estado...