(Panorámica del restaurante Makatzeta -pronunciese Macacheta- el lugar donde terminamos comiendo como dios manda... como puede verse en su menú.)
El menú habla por si sólo: probar de todo un poco y comer hasta morir... Igual, le pusimos el pecho y para empezar, y aunque la propuesta incluía un tintorro de crianza de Rioja, abrimos el sport con un cava Raventós i Blanc reserva del 2008 (de los primos de Codorno), y nos alistamos para empezar la comilona...
De entradita, unas tostaditas con foie gras y purecito de manzana. Comienzo sutil...
Luego, un rotundo Bogavante con unas verduritas de adorno a las que pomposamente llamaban "ensalada" (¿?). El Bogavante es como la Langosta, o sea, un crustáceo de esos riquitosmuyriquitos. Con el Alfredo le dimos a plena mano y cuchara... Casi nos lastramos hasta la cabeza..., lo de afuera... Porque por adentro, no quedo nada. Excelente.
Esto venía acompañado de un revuelto de Susas (unos tipo hongos, o algo así...) que Anita encaró con cautela pero sin temor. Claro, el hecho de vernos "encima" del coso ese anaranjado, crudo y con la ropa puesta, comiendolo como desaforados la asqueaba un poco, pero también sabía que era comerse ese revuelto, o mirarnos comer a nostros... Pobre... Igual, bien, porque no traía queso y eran unos lindos huevos con champiñones escrachados en una sartén.
A los postres llegó una extraña "crema de jugo de arroz" que ni toqué. La señora que atendía nuestra mesa se percató de inmediato y enseguida me ofreció un helado -el cuál también decliné-. No así Anita -que se comió el heladito-y el Alfred, que igual le entró.
A esta altura de los acontecimientos, ya por pedir los cafés y el Pacharán de rigor, habíamos entablado una tímida amistad con los comensales de la mesa contigua, los vascos José e Iñaki quienes, escandalizados con nuestra comilona -y nuestros italianísimos tonos de voz-, enseguida se acercaron a compartir las copas y a fraternizar un rato.
Tipos majos y de buen diente y humor, a los cuales Alfredo enseguida invitó a ver su muestra en el ARTIUM, y con quienes hablamos sobre Arrazola, la comida del lugar, la comida de Argentina, la bebida y la buena vida en general.
Su mejor consejo: el pedir un Pacharán -que ahora no recuerdo de cual marca, pero que anoté en algún papelito que tengo en algún lado-, que aseguraron ser el mejor debido a su segunda destilación... Consejo que obviamente seguimos...
(Un servidor, Anita, José e Iñaki)
Después, cerca de las 5 o 6 de la tarde, finalmente tuvimos que partir... Anita manejó de vuelta hasta Vitoria mientras Alfredo y yo nos asomábamos por el techo corredizo del auto y el viento nos zamarreaba y a duras penas nos quitaba la modorra que nos empezaba a dominar. Felices, bien comidos, habiendo conocido el villorrio de mi abuelo y a dos tipos macanudos, nos preparábamos para el tren nocturno que esa misma noche nos llevaría a París... pero esa es otra historia.
(Sí, verdadero amor vasco!)