Piscolabis 4: Mojitos con vista al Arno

Florencia es un gran lugar.
Hay arte a rolete, grandes museos, mejores parques y jardines, vistas hermosas, un río que la corta y le da una gran onda, un viejo puente que en la antigüedad rebosaba de herrerías y curtiembres, y que hoy las joyerías más pitucas lo han copado, unos palazzos que ni te cuento y un mercado muy grosso que la rompe. Y el Duomo, los Uffizi, la plaza de Santa Crocce y demás... 
Muy buen lugar, muy bueno de verdad.
Y ahí nomás del Ponte Vecchio, centro neurálgico de la ciudad, está el Golden View, un bar, restó, pizzería y vinería de primer nivel. Gran decoración, muy buenos productos, lindo ambientillo y MUY buenos precios. 

(Panorámica artesanal del río Arno, el Ponte Vecchio y la privilegiada vista del Golgen View).

Sí, además de una vista privilegiada, una decoración -en el bar- basada en las mejores pin ups que se puedan disfrutar (desayunar con el culito de Betty Page en primer plano garpa), y a apenas 50 mts. del Ponte Vecchio, el lugar tienen también unos precios increíbles. Fuimos a desayunar casi todos los días, la pastelería era de prima (dice Anita que de esto sabe), unas facturas exquisitas y unos muy buenos café con leche -con café italiano, una delicia-. Gastábamos 5 o 6 euros entre los dos!
Una tarde cuando acababa de caer el sol, fuimos a tomar algo: Ana un juguito de naranja, yo un mojito que vino acompañado de unas italianísimas aceitunas verdes y el singular parmesano del país. Todo por 10 euritos. Un regalo...
Y para terminar, un plano del lugar y una instantánea de la vidriera central del boliche, como se ve, pared entera del techo al piso de los mejores champuces italianos y franceses... Gran lugar!


Glamour Turístico Choborra

La primera vez que estuve en París no subí a la Torre Eiffel. 
Las múltiples colas de acceso eran tan, pero tan largas..., con un Luchito que apenas tenía 3 añitos y nosotros los padres tan exhaustos, que decidimos no hacer el sacrificio de esperar al sol (era en pleno agosto) las horas necesarias para subir hasta arriba.
Ya, la segunda vez que estuve por allá, Anita fue terminante: yo subo aunque deba esperar 3 días acá parada, aseguró con la convicción de quien TODA su vida esperó ese momento... 
Y claro, subimos.
Y fue que gracias a ella que pude admirar una de las obras más interesantes que haya visto, montones de fierros entrelazados, unos ascensores que suben medio acostados, una vista aérea fantástica, un cine, un museo, restaurantes, bares, shops, etc... 
Pero, en aquella primavera de 2007 faltaba algo...

Esta tercera vez descubrí que, allá arriba y con toda la ciudad para ver y disfrutar, los locos pusieron un simpático...
Bar de Champú!!! 
Sí, una mínima piecita donde un señor te vende una copa de blanc por 10 pechugas o de rosé por 15 , con un agregado por demás pedorro: si lo pedís en unas copas que tienen una lucecita, el precio aumenta 5 euros. Y ojo, en cualquier caso te llevás la copa de recuerdo. Y entonces, con una de las vistas más imponentes de París, podés además y románticamente, paladear un buen champú y hasta pedir casamiento de rodillas (si vas, claro, por la copa nº 18!).
Lamentablemente -o no, vaya uno a saber-, siendo como eran las 11 de la mañana, el bar aún no estaba abierto al público. Un señor que se preparaba para la faena del día me explicó que el bar abre "por la tarde", y que tan temprano "no venden alcohol". 
"Maldito franchute", pensé para mí, y me lamenté porque el alcohólico Adolfo no se hubiera quedado allí por siempre. Y bajé entonces un piso y me pedí un café en uno de los barcitos...
Por suerte y más adelante en el tiempo me esperaría una sorpresa digna del bueno del Adolfo: que en Viena podría tomarme un desayuno completo coronado con una copa de champán! (ya les contaré aquello).
Luego, escaleras abajo (recomiendo subir por el ascensor y bajar por las escaleras), visitamos nuevamente el museo que contiene toda clase de elementos y productos que llevan a la Torre más famosa como parte de su marca/diseño. Desde todos los posters de películas en donde aparece la Torre, hasta botellas, cucharas, mesas, sillas, platos, qué se yo... de todo. Y claro, un ya extinto champán marca Tour Eiffel, lo más grosso a nivel coleccionismo, ¿verdad?



Comer como Reyes en Barcelona

Ana tiene un primo hermano que se llama Federico.
El muy turro vive en uno de los edificios que rodean el Mercado de la Boquería, en pleno centro barcelonés, a media cuadrita de las Ramblas. 

(Ya hablé algo de este mercado en http://vacunoporcoychicken.blogspot.com/2010/12/jamon-del-medio.html).

Obviamente, alquilamos un pisito a un par de cuadritas del mercado y del primo Fede, con quién pasamos unos días inolvidables (por como nos atendió, por los lugares que visitamos, por los regalos que nos hizo y por el afecto que nos demuestra cada vez que vamos), y esta vez, para romperla del todo, el Fede nos preparó un almuerzo de tan, pero tan alto standing, que difícilmente se pueda igualar alguna vez: navajas, langostinos XL, ostras y tortilla... Yo puse el champán y a la pobre Anita, que de estos bichos ni hablar, le compramos en el mismo mercado unas brochetitas que se clavó sin piedad.
 

El Fede arrancó con las navajas saltándolas, para que se vayan abriendo, preparó además un aliño de ajo/perejil y un poco de limón, marcó también las gambas (que sirvió al plato con una sutil lluvia de ajito) y curtió una tortilla de papa y cebolla que Anita y los demás aprobamos con un "muybiendiezfelicitado".
Todo esto lo regamos debidamente con un rosadito del país y nos preparamos para el plato fuerte del día: las ostras con champán.


Nunca había probado las navajas y me resultaron exquisitas (primas hermanas de las almejas, mi casi único sustento alimenticio en aquellos inolvidables veranos playeros SanBernardinos de los 80), los langostinos estaban de prima y las ostras... bueno, qué decir de las ostras que no se haya dicho ya ¿verdad?

Todo genial... y para terminar, entonces, el podio de los grandes momentos barcelonetos: El Fede y su gran onda, el amigo del Fede experto en "lavarropas" del cual -mil perdones, amigo- no recuerdo su nombre, el descubrimiento de las exquisitas navajas, el extraordinario cava Cadorníu y, obviamente, mi amada Ana.

Ni Disneyland, ni Disneyworld: DISNEYWURST!

Fue aquí donde abracé el nacionalsocialismo salchichero.
En el "eje" Austria-Alemania, concretamente entre Viena y Berlín, me di el gusto de disfrutar a lo bestia el tema salchichas. No entiendo bien, pero lo que acá conocemos como "salchicha de Viena", en Viena no existe. Allá llaman genéricamente wurst a todo tipo de embutido mata arterias, y la variedad de salchichas es tan alucinante que no se puede creer. Pero ninguna se llama "de Viena". Allá le dicen Frankfurter (por salchicha de Frankfurt, Alemania) y lo más raro es que en Berlín apenas si le dicen wurst. 
No entendí nada...
Lo cierto es que las salchichas -que se pueden comprar en, literalmente, todas las esquinas- rápidamente se convierten en un vicio y es imposible abstraerse a semejante embrujo. Se sirven siempre debidamente asadas (no las vi hervidas en ningún lado), su relleno es bien diferente a la extraña pasta que contienen las nuestras, diría, sólo por tratar de explicarlas, que su relleno es una especie de salchicha criolla nuestra, de picado muy fino, mezclada con el relleno de una salchicha de Viena "de carnicería" de las que conocemos acá. Algo así.
Pero asadas, una delicia... Y con una gran variedad de gustos y especialidades. Y hay ahumadas también, claro. 

Podés parar en cualquiera de los puestos callejeros, te la sirven cortadita en una bandejita, una cervecita y a vivir la vida! 
No hay comida que no contemple la participación de alguna versión de estas maravillosas wurst, acá arriba me clavo unas mini en el viaje en tren desde Salsburgo hasta Viena, y me las sirvieron también de entrada antes de un opíparo y bestial almuerzo que incluyó además un codillo hervido gigante y alguna papa, creo recordar... 

Me la sirvieron como entrada en un restaurant típico berlinés a metros de la puerta de Brandenburgo, y venía acompañada de una extraña ensalada rusa de papa, mayonesa y pepino (los turros alemanes le ponen pepino a todo!), pero en versión Currywurst, tal vez, el formato más común de salchicha que haya a la mano en Berlín. Siempre bañada con una salsa de tomate -a veces, una lavada pomarola, otras, un interesante tuco- y todo rociado con mucho curry. La mezcla es total..., y casi letal! 

Un par de anécdotas, reservando por internet desde Buenos Aires y unos meses antes un vuelo de los toraba que nos lleve desde Berlín hasta Lisboa, pintó la posibilidad de, por 6 euros, reservar también algo de comer. Ana me tiró la posibilidad y me tiré de cabeza sobre el monitor para ver "qué podría ordenar para comer en el viaje". La sola lectura de la palabra mágica, Currywurst, me decidió. Anita se pidió un pollito al no sé qué.
Podía, además y por otros 5 euros, acompañar mi salchicha con tuco con un champán exclusivo del programa Sansibar... que se ve en la foto, viene en una botella individual muy original. Venga también.
Ninguno de los dos se percató de lo siguiente: que el día de partida hacia Lisboa haría ya 4 días que estábamos en Berlín (a salchicha limpia), y que el vuelo era a las 10 de la mañana... Y entonces, en medio de un vuelo completo donde TODOS disfrutaban café con leche y galletitas, llega una azafata a nuestro asiento en medio de una baranda a tuco FE-NO-ME-NAL e insoportable y me entrega mi Currywurst con champán... Y el pollo de Anita que comió a medias y vomitó completo al llegar a Portugal.

Y otra, que en muchas esquinas céntricas de Berlín (las inmediaciones de Alexanderplatz están llenas) hay unos señores parados, con una "mochila" colgada de sus hombros que por delante tiene una mini parrilla donde asan las salchichas y por detrás les cuelga la mochila con una garrafita de donde sale el gas que alimenta la mini parrilla de adelante. Sí, son parrillitas portátiles y ambulantes. Y si llueve, le enganchan una sombrilla en uno de sus hombros, que actúa como paraguas... Y con una mano dan el "vuelta y vuelta" a la salchicha y con la otra, tienen el pan donde la meten... La verdad, no me animé a sacarles una foto de la indignación y la vergüenza ajena que me producía ver gente haciendo semejante laburo. Pero los hay, y son un montón. Y es el primer mundo. Es Alemania, el motor de Uropa...

Y hablando de Alemania, en pleno Alexanderplatz se encuentra la Galería Gourmet, una especie de supermercado (tamaño un Disco mediano), pero exclusivamente dedicado a la comida y la bebida, todo de excelente calidad. Ya me voy a ocupar del asunto con intensidad, pero si quieren saber más de este "emporio del buen gusto" entren en  http://www.galeria-kaufhof.de/sales/unternehmen/filialen/berlin-alexanderplatz.asp?FLEXID=0  y ya verán. Es lo más. 

(En la foto de acá arriba, uno de los tantos stands de la Galería, en este caso repleto de chorizos y salchichas por doquier). 

Definitivamente, el eje Viena-Berlín es el Disney de las salchichas!