Glamour Turístico Choborra

La primera vez que estuve en París no subí a la Torre Eiffel. 
Las múltiples colas de acceso eran tan, pero tan largas..., con un Luchito que apenas tenía 3 añitos y nosotros los padres tan exhaustos, que decidimos no hacer el sacrificio de esperar al sol (era en pleno agosto) las horas necesarias para subir hasta arriba.
Ya, la segunda vez que estuve por allá, Anita fue terminante: yo subo aunque deba esperar 3 días acá parada, aseguró con la convicción de quien TODA su vida esperó ese momento... 
Y claro, subimos.
Y fue que gracias a ella que pude admirar una de las obras más interesantes que haya visto, montones de fierros entrelazados, unos ascensores que suben medio acostados, una vista aérea fantástica, un cine, un museo, restaurantes, bares, shops, etc... 
Pero, en aquella primavera de 2007 faltaba algo...

Esta tercera vez descubrí que, allá arriba y con toda la ciudad para ver y disfrutar, los locos pusieron un simpático...
Bar de Champú!!! 
Sí, una mínima piecita donde un señor te vende una copa de blanc por 10 pechugas o de rosé por 15 , con un agregado por demás pedorro: si lo pedís en unas copas que tienen una lucecita, el precio aumenta 5 euros. Y ojo, en cualquier caso te llevás la copa de recuerdo. Y entonces, con una de las vistas más imponentes de París, podés además y románticamente, paladear un buen champú y hasta pedir casamiento de rodillas (si vas, claro, por la copa nº 18!).
Lamentablemente -o no, vaya uno a saber-, siendo como eran las 11 de la mañana, el bar aún no estaba abierto al público. Un señor que se preparaba para la faena del día me explicó que el bar abre "por la tarde", y que tan temprano "no venden alcohol". 
"Maldito franchute", pensé para mí, y me lamenté porque el alcohólico Adolfo no se hubiera quedado allí por siempre. Y bajé entonces un piso y me pedí un café en uno de los barcitos...
Por suerte y más adelante en el tiempo me esperaría una sorpresa digna del bueno del Adolfo: que en Viena podría tomarme un desayuno completo coronado con una copa de champán! (ya les contaré aquello).
Luego, escaleras abajo (recomiendo subir por el ascensor y bajar por las escaleras), visitamos nuevamente el museo que contiene toda clase de elementos y productos que llevan a la Torre más famosa como parte de su marca/diseño. Desde todos los posters de películas en donde aparece la Torre, hasta botellas, cucharas, mesas, sillas, platos, qué se yo... de todo. Y claro, un ya extinto champán marca Tour Eiffel, lo más grosso a nivel coleccionismo, ¿verdad?



3 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy buena la nota. Paris es imperdible en un tour europeo y subir a la torre eiffel inevitable. Te hago notar que tu subconciente te ha traicionado al confesar que en París, llegando a la copa 18, puedes ponerte de rodillas para exclamar !casémonos! De seguro Ana ya tomo nota y ha guardado esa información en tu expediente hasta esperar la debida ocasión.
Un abrazo
Benjamín

Marcelo dijo...

Después de todo el champan que imagino habrás tomado no era lo más recomendable bajar por las escaleras, pero bueno, por esta vez has tenido suerte. No la tientes!!!

Anónimo dijo...

Javier,
Que bien escribis... me transporto con tu relato. Gracias.
El finde me comi un jardinero.. Te explico (para evitar malentendidos) .
Mi humilde majada de ovejas, nacida desde la crisis del 2001 para reemplazar al jardinero, se constituye ademas, en un alimento formidable.
En realidad estas ovejas en particular, son como prisioneros de Aushwitz. Trabajan en forma esclava manteniendo el parque, y sin saberlo, inocente e indefectiblemente, terminan en el horno de barro .
Si ... ya se... suena a agronazi... pero no : ESTOY CON EL PROYECTO NACIONAL Y POPULAR ...
Aguante Cristina vamos con todos, vamos por TODO !